En las mareas grises de un mundo anodino, es la rutina el único barco que surca las profundas aguas del día a día.
Reflejos especulares de caras iguales, de sonrisas fingidas, de instantes clonados que pretenden ser únicos. Miradas a ninguna parte, mensajes volátiles diluidos entre millones de letras con sentido pero sin emoción.
Quedan todavía héroes que se preguntan si ha llegado el momento de remontar la corriente en busca de finales distintos. Héroes anónimos que, lejos del ruido con olor a vida enlatada, han descubierto que la felicidad no la venden caras bonitas.
Y en los silencios entre millones de conversaciones sin fecha de caducidad, allá donde reside un pequeño paraíso oculto, muchos anhelan alcanzar objetivos que nunca se escribieron en muros digitales.
Tal vez para muchos es ya tarde. Tal vez para todos.
Pero mientras, algunos valientes nadan a contracorriente, alejándose de ese bucle infinito en el que el ego engorda mientras la mente se adormece.
Buscando la misma esencia del alma para sumergirse en sus misteriosas aguas, muy profundamente, muy lejos de esa superficie engalanada pero vacía.
Quizá allí, en la tempestuosidad más absoluta del ser, confluyendo las emociones como miles de mares embravecidos, uno pueda encontrar la calma verdadera a sus deseos de libertad.