Venciendo fantasmas

No es el paso del tiempo,
el que nos lleva a crecer,
son sus golpes.

Y cada vez
que nos levantamos del suelo,
vencemos al miedo.

Últimamente despierto siempre con el peso de mis fantasmas asediandome. Y, en cada paso, me acompañan recordándome cruelmente mis fracasos.

Lucho contra ellos, créeme. Lo intento con todas mis fuerzas.

Pero son ya demasiados años soportando la pesada carga de sus miradas reprobatorias, de sus susurros en la noche, de las semillas de sus dudas.

Todo es un poquito más triste en cada paso. Como en un ocaso de otoño, la ciudad se va marchitando. Miro mi reflejo en la orilla de un río que ya no me recuerda. Un reflejo distorsionado, una vaga ilusión de lo que quise ser y no pude.

Un suave manto de niebla se posa sobre las calles en ese atardecer, donde los olores a paso del tiempo se mezclan con el amargo sabor de los sueños truncados.

Suena de fondo una acordeón que parece murmurar palabras melancólicas. Recuerdos adornados por el lento discurrir del tiempo. Cadáveres maquillados que no pueden ocultar sus miradas perdidas, sus sonrisas vacías, sus corazones secos de vida.

Y yo me alejo de todo y de todos, como queriendo huir hacia ninguna parte. Como intentando, en un último grito desesperado, encontrar la respuesta a todas las preguntas que alguna vez necesité responder.