Son tus vientos, llenos de calma, los que anidan en mi pecho cada mañana.
Lejanos y casi olvidados quedan ya los sombríos tiempos de mareas.
De idas y venidas a ninguna parte, perdidos en la inmensidad de la nada.
Porque ya nada queda si no es contigo, ya nada soy sin que tú seas.
Larga la vida que nos abraza en el tiempo
Larga la despedida del que ya no camina
Largo el sendero de esta, nuestra vida,
mi guía es el faro de tus ojos de fuego.
Tempestades lejanas, duras y sombrías
caían del cielo roto en épocas tardías
nada queda ya, tan sólo un recuerdo ligero
y la arrebatadora certeza de que te quiero.