Deja reposar por un rato tu cabeza en mi hombro.
Olvídate de todo.
De los futuros, de los pasados.
Olvida la vida, olvida su carga.
Respira y cierra los ojos. Y déjame que te cuente un cuento.
Te hablaré de prados interminables donde correr hasta que nos falte el aire. Donde caer enredados entre abrazos que sepan a conquista. Te contaré cómo aquel caballero, un buen día, se armó de valor e hizo añicos a los fantasmas de su pasado. En el mar de dudas donde una y otra vez naufragaban sus sueños, en la oscuridad de la noche, las estrellas le guiaron de vuelta a casa. Y en cada paso hacia adelante respiró el aire fresco de la libertad, construyendo con sus propias manos el futuro que dibujó en sus noches tristes.
Te cantaré canciones antiguas que hablan de amaneceres olvidados, de soles de otro tiempo, de lunas de otras vidas. Compondré poemas que describan el sonido de la lluvia una tarde de invierno. Protegiendo tu pecho con mis brazos. Defendiendo tu corazón con mi vida.
Lo haré mientras mis temerosos dedos se pierden en cada espacio de tu piel. Mientras mis labios te buscan, intentando arrancarte los besos que consideran suyos por derecho propio.
Para así, terminar mi cuento hablándote del presente. Del aquí. Del nosotros.
Y de cómo mi alma dejó un buen día de buscar viajes a ninguna parte, para permitirse el privilegio de perderse en tu mirada.