Cambios

Para Alonso Serrano lo peor no había sido tener que volver a vivir en casa de su padre. Al fin y al cabo, era algo temporal. O eso se empeñaba en repetirse él.

Lo peor, sin duda, había sido la frialdad con la que su padre reaccionó ante la noticia. Como reconociendo en su hijo su propia caída y añadiendo así al peso de las palabras de un padre la tragedia de quien se siente fracasado como hombre.  

Ellos, que siempre habían sido unos triunfadores, enfrentándose a la realidad que hay tras una máscara de éxito, moviéndose en esa especie de acuerdo tácito entre ambos que les impedía hablar de ello. El precio que había que pagar era el silencio de sus heridas.  

Después de cinco años enjaulando una vida entre fotos en redes sociales y un día a día anodino, Alonso se había dado cuenta, justo antes de saltar al vacío, de que ese futuro no era para él.

Quizá había sido consciente mucho antes, pero la vida la conducimos a veces sin encontrar el pedal del freno.

Ahora Alonso pasaba las hojas de un diario La Razón de hacía dos años mientras su mente se esforzaba por recordar cuándo había sido la última vez que sintió tener su vida bajo control. El olor a café recién hecho se intuía en la oxidada cafetera de su padre mientras éste todavía dormía en su cuarto. Entre tanto, Alonso trataba de dar con ese momento en su vida en el que dejó de intentar ser feliz para sí mismo y se obsesionó con ser feliz para los demás.