Despierta despacio y déjame que, mientras caes en la cuenta de que son mis brazos quienes te rodean, te cuente un cuento.
Te prometo que tendrá un final feliz. De esos que te hacen albergar esperanzas por un futuro mejor, por un mañana diferente.
No te hablaré de héroes de cartón-piedra que, llenos de fantasmas del pasado, sólo son capaces de fingir por un rato. Aquellos a los que su careta sólo les aguanta el tiempo suficiente para volverse a casa a seguir luchando con sus recuerdos.
Tampoco habrá princesas en la lenta espera de príncipes que las salven. Se acabaron las doncellas ingenuas que parecían sombras sin llama.
Habrá puestas de sol infinitas en océanos de aquí y ahora. Con los barcos de promesas incumplidas alejándose en el horizonte.
Habrá noches estrelladas con películas en blanco y negro y copas de vino con sabor a conversación hasta las tantas.
Viajes a destinos impensables, donde caminar por sendas que traen vientos de cambio.
En la mochila del viaje sólo se guardarán los recuerdos que sirvan para mirar hacia adelante. Que en los tropiezos sostengan a los protagonistas y en los éxitos les recuerden que, por muy alta que sea la montaña conquistada, nunca hay que dejar de saber dónde está el suelo.
Y así, un buen día, ellos mismos encuentren los cuentos que están por ser contados, al despertar una mañana cualquiera de verano.