Sonrisas

Eran tantas.

Todas diferentes.

Todas con esencia propia. Encerrando deseos, susurrando destinos.

Llevaba guardadas en la mochila las miles de sonrisas que la vida le había ofrecido en su lento caminar. Sonrisas que sabían a instantes para el recuerdo, gloriosos, eternos. Sonrisas tímidas, que apenas habían permanecido en el rostro unos segundos. Sonrisas bañadas en las lágrimas que maridan las cosas por las que la vida merece ser vivida.

Ante el abismo de la incertidumbre, donde la densa oscuridad alberga los miedos más profundos, los sueños se nutren de esas sonrisas recordadas, de esos momentos que nos proyectan futuros por vivir, y permanecen en pie a pesar de todo.

De esas sonrisas nace la esperanza. El motor indestructible de nuestra especie.

De esa esperanza viven nuestros anhelos, que nos alimentan la mente y nos empujan a vivir una vida plena.

Somos porque anhelamos. Vivimos porque en lo más hondo de nosotros, en nuestra esencia, no dejamos de buscar.

Esa es nuestra razón de ser, pequeño, le había dicho un buen día su abuelo. Vagamos en la vida sumidos en una interminable búsqueda de momentos con los que llenar de sonrisas nuestra mochila.

Así que sonríe.

Sonríe.

Sonríe…

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