El despertar de Arcadius II

Más allá de las remotas nebulosas de Caledonia, en las zonas inseguras de la Federación, existe un insignificante planeta que iba a convertirse en pieza fundamental del devenir del destino de la humanidad en nuestro tiempo.

Arcadius II, una exotierra descubierta en el año 350, perteneciente al sistema Subra, es habitable gracias a sus condiciones climatológicas análogas a la Tierra. Inmensos océanos azules cubren la mayor parte de su superficie, relegando la tierra firme a un escueto 5% del total.

Su descubrimiento se atribuye a la sonda espacial Aquiles III, lanzada por la Agencia Espacial Internacional en tiempos previos al Gran Concordato, cuando la exploración espacial no se regía todavía por las leyes federales.

Terraformado cinco años después, los primeros asentamientos datan del año 363, considerado año 0 en la cronología local.

Obtuvo el estatus de planeta no adscrito a la Federación en el 620 (año 257 para el planeta). Este estatus le permitía disponer de una posición alejada de las intrigas políticas y las guerras internas que sucedían en las regiones más pobladas de la Federación.

Con una industria autosuficiente y unas exportaciones casi inexistentes, Arcadius II era uno más de esos cientos de planetas que pasaron desapercibidos al radar de la Federación cuando el gobierno democrático fue depuesto.

Sólo que Arcadius II no era un simple planeta más.

El rincón de los caminos olvidados

En el rincón de los caminos olvidados uno encuentra todas las historias a las que nadie les pudo escribir el final.

Historias que enraizaron en los corazones de las personas y trataron de crecer aferrándose a los huecos que el pasar del tiempo les dejaba, pero que el destino, cruel en sus caprichos, decidió dejar incompletas, secando sus ramas.

En el rincón de los caminos olvidados languidecen con el lento transcurrir de una vida en las sombras. Como hojas de un arce en otoño, caen lentamente sobre un lecho de susurros.

Junto a ellas, se desvanecen en el oscuro océano de los quizás los miles de universos posibles que ya nunca serán.

En el rincón de los caminos olvidados suena la melodía de un piano que sabe a melancolía. Las flores se marchitan con el rocío de los recuerdos. Las novelas sin terminar observan un reloj que ya no marca las horas, con la única compañía de las miles de motas de polvo que cubren sus cubiertas. Y los sueños que se quedaron en sueños, respiran suspiros con olor a olvido.

Y así, una sensación de eterna calma se apodera de todos los objetos que habitan en ese rincón. Mientras ellos esperan, pacientes, a que algún día alguien vuelva y termine de contarles al oído el final de la historia, a que unos pasos transiten de nuevo sus caminos para llevarlos a algún sitio, los engranajes de un mundo que ya no les recuerda, siguen girando.