…los dioses cayeron sobre la ciudad de Elia al final del invierno del año 14 y destruyeron el Templo del Sol.
Dejaron así a la población sin forma de comunicarse con el resto de los mundos y les obligaron a comenzar de nuevo.
La Leyenda de Histari, recogida en el Legendarium Craso en su tomo II.
Para Galen Cross terminar su asignación era, sin duda, la última de sus preocupaciones. Aunque, a tenor de su última evaluación, debería haber sido de las primeras.
Galen tenía que estar en el Sector 3 analizando las estructuras de una de las nuevas zonas terraformadas del planeta Elia, pero en su lugar deambulaba por su capital federal, sin rumbo fijo.
Nova Prime o, simplemente Nova, alojaba a la mayor parte de Elia. Alrededor de 45.000 seres humanos, herederos de los primeros descubridores del planeta unos 4500 años atrás.
La cifra no era exacta porque la fecha real formaba parte del legado perdido tras la destrucción del Templo del Sol.
Galen no sabía muy bien qué quería hacer: ni hoy, ni el resto de su vida. Había nacido en una familia acomodada en la Dacia nórdica, y su vida había transcurrido sin demasiados sobresaltos. Era esa falta de actividad la que había llevado a Galen a desentenderse de su cometido como ciudadano elio y dejarse llevar por la desidia. Y no era algo poco común, muchos más como él padecían lo que los neuromantes llamaban deprivación de la esencia de la vida.
En ese momento sonó el conmutador de comunicaciones de su muñeca y conectó el enlace neural de su sien.
— Galen, no se donde estás, pero deberías ver esto.
El holograma de Klass había aparecido en su retina. Excitado, sudando y con los ojos inyectados en sangre, el joven parecía haber visto un fatasma.
— De verdad, es una auténtica locura. Los dioses han vuelto.
La última frase quedó resonando en la cabeza de Galen tiempo después de que la comunicación terminase. Los dioses han vuelto, había dicho Klass. Los dioses, protagonistas de cuentos para asustar niños, existían y se habían manifestado.
O, cuanto poco, algo que se parecía mucho a ellos había hecho acto de presencia en el puerto espacial de la capital federal. Las imágenes, que parecían haberse tomado desde algún medio de transporte alejado de la escena, mostraban a seis individuos vestidos de oficiales militares.